Por Jenny M. E. Aragón Leyva
Experta en Intervenciones Asistidas con Animales
Directora de “Dejando Huella Educando”, Querétaro.
Foto: Mi bisabuelo Jenarito con Canela, mi primer Perro de Terapia, Qro 2004.
Uno de mis primeros recuerdos de la infancia es “ayudar” a mi bisabuelo a atender a su perro Terry. Mi bisabuelo Jenarito era muy metódico y ordenado y todo lo que hacía parecía ser un ritual. Lo primero en la mañana era limpiar su lugar y la comida había que prepararla en cierto orden específico. Estoy convencida de haber aprendido de su ejemplo el cuidado y respeto a los animales. También recuerdo con absoluta claridad que murió el día de la Inauguración de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 y lo tristes que estábamos.
¿Por qué les comparto estos recuerdos? Porque me queda muy claro que las mascotas, cuando son deseadas, cumplen un importante papel en nuestra vida. Las mascotas o animales de compañía se vuelven compañeros de juegos y travesuras, confidentes y consuelo, cómplices, distractores, motivación, refugio, cercanía, amistad y otras tantas variantes derivadas de su convivencia. La relación que se puede llegar a desarrollar entre un tutor con estos animales es tan fuerte, que le puede llegar a considerar como un miembro más de la familia.
Por otro lado, tengo más de 20 años trabajando en el ámbito de las Intervenciones Asistidas con Animales y a lo largo de este tiempo, he podido aprender y comprender cada vez mejor, lo complejo y la gran responsabilidad que implica formar un perro de trabajo real. Ciertamente, todas las formas de vida son valiosas. Todos los perros tienen rasgos y características que los hacen únicos y especiales. Sin embargo, a la hora de hablar de un trabajo, es necesario entender que se requiere de ciertas aptitudes específicas y desarrollo de ciertas habilidades para poder desempeñar ese trabajo de la manera más adecuada y segura para todos los involucrados.
Me parece que a raíz de la contingencia sanitaria generada por el Covid-19, en México y otros países de América Latina se dio un boom en la solicitud de Perros de Apoyo Emocional (PAE). Desafortunadamente, en nuestro país hay un enorme vacío legal en cuanto al tema de los Perros de Asistencia y los Perros de Terapia, ya que no están claramente definidos y tampoco están descritas de manera precisa sus funciones ni los derechos de sus usuarios/manejadores, y aún menos está puntualmente establecido el proceso de formación de dichos perros, por lo que en México NO existe ninguna certificación oficial al respecto.
Como en México no contamos con esta categoría, voy a tomar la definición de la ADI (Assistance Dogs International) por ser quienes sí tienen un glosario del tema:
“Animal de Apoyo Emocional: animal de compañía que proporciona apoyo emocional o terapéutico a un individuo con una condición de salud mental o desorden emocional por el simple hecho de estar presente. Los perros de apoyo emocional no reciben el mismo entrenamiento que los perros de asistencia y dependiendo de las leyes de cada país, pueden tener diferente legislación de accesibilidad y privilegios. Por ejemplo, en Estados Unidos, los perros de apoyo emocional no tienen los mismos derechos de accesibilidad que los Perros de Asistencia y sus usuarios, ya que no están contemplados en la Ley para Estadounidenses con Discapacidad de 1990.”
Importa, y por muchas razones, entender qué se le está pidiendo a este animal y en qué condiciones:
Una mascota es un animal que –idealmente- se eligió para ser compañía de una familia con un estilo particular. No es lo mismo una familia con hijos pequeños que una con hijos adolescentes, o una familia donde no hay niños, o una donde hay múltiples mascotas, igualmente si el estilo de la familia es atlético, será muy diferente a una familia muy hogareña de una que gusta de las actividades al aire libre o de tener muchos invitados (cuando se podía, claro).
Si bien seguramente sale de casa a actividades específicas como ir al parque, ir a la guardería, ir algún centro comercial pet friendly, en realidad este tipo de actividades distan mucho de un proceso de sociabilización sistemática creado teniendo en mente las características y condiciones del trabajo que se desea que desarrolle.
Ser un acompañante “permanente” de una persona puede ser una actividad muy agobiante, desde tener que aprender a usar elevadores, estar en multitudes, oficinas, diferentes tipos de transporte, etc. Adicionalmente cuando esta persona sufre de ansiedad, ataques de pánico, depresión, etc., puede presentar comportamientos que en un medio poco familiar –como en la calle- pudieran poner en un estado de alerta al animal para proteger a la persona que acompaña.
Wally, Caimán de Apoyo Emocional de Joie Henney en Nueva York, EU.
(www.sun-sentinel.com, ene 19, 2019, art de Mike Argento, foto Ty Lohr).
Una persona que presenta frecuentes episodios de pánico, ansiedad, depresión o fobia sin duda alguna requiere de un tratamiento por un experto de la salud, dependiendo de la gravedad del caso podría ser un psicólogo o un psiquiatra. Por más confort que un animal pueda proporcionarnos, la guía experta de un profesional no puede suplirse con lengüetazos, en el mejor de los casos, podrían complementar y acompañar el proceso.
Se plantea entonces el problema de someter a un animal ya sea exótico o de compañía al estrés de un animal de trabajo, con expectativas de cuidado a un tercero que superan por mucho su preparación. En términos de bienestar del animal y del usuario, el concepto de PAE puede estar llevando la situación a un extremo totalmente innecesario.
Una clara prueba de que no estamos preparados para “formar” a nuestros propios animales para situaciones tan exigentes como lo es el apoyo a una persona con un requerimiento emocional, se evidencia en la reciente reforma hecha en noviembre al Acta de Acceso al Transporte Aéreo (Air Carrier Access Act) en Estados Unidos que luego se extendió al Departamento de Transporte (Department of Transportation) donde el número de incidentes relacionados a los Animales de Asistencia Emocional, van desde mordidas de perros al personal y pasajeros e incluso a un Perro de Servicio, chillidos de puerco o pato, poni defecando y por si fuera poco hubo quien se presentó con un pavorreal, serpiente o caimán como Animales de Apoyo Emocional con lo que definitivamente el asunto pasó de ser un caso aislado, a un problema real y en aumento de salud pública y seguridad.
Usuario de Poni de Apoyo Emocional abordando avión en Cincinnati, EU.
(www.noticieros.televisa.com ago 15, 2019, foto Dan Morgan).
A partir de esta modificación sólo podrán ser considerados como Animales de Apoyo Emocional los perros y ya no serán reconocidos como Perros de Asistencia y serán tratados como mascotas. Este abuso ha tenido un gran costo que implica un enorme retroceso en la lucha por la accesibilidad para las personas con discapacidad y afecta a las personas que realmente requieren de este apoyo.
Resulta claro entonces que lo ideal sería:
Disfrutar de tu mascota y pasar tiempo de calidad con ella, sin exigirle trabajos que van en contra de su comportamiento natural y bienestar.
Que las personas con problemas emocionales sean tratadas por expertos en salud, para lograr una verdadera mejoría a largo plazo.
Como ciudadanos nos corresponde ser responsables y no exponer a otras vidas, humanas o animales, con tal de no separarnos de nuestra mascota.
Todavía hay mucho más de qué hablar sobre este tema en específico, por el momento espero haber dejado una pequeña duda. Infórmate en fuentes confiables, analiza desde todos los puntos de vista, distingue entre hechos y opiniones, hay riesgos y quien los paga.
Si te interesa conocer más sobre los programas de Intervenciones Asistidas con Animales, no dudes en comunicarte con nosotros y con gusto te podemos dar una asesoría y/o capacitación.
Jenny M. E. Aragón Leyva jenn_aragon@yahoo.com.m
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