Dr. Raúl García Miranda
MVZ Luis Arturo García Domínguez
MVZ Beatriz Figueroa Andrade
Está claro que la vida enseña y enseña mucho. Basta con observar. Los metodólogos de la investigación decían que ésta tenía como principio la observación. Saber ver. No sólo ver, sino saber ver.
Acabo de tener una experiencia importante con las reflexiones de Lana, mi perra Border Colli sobre el fútbol y los seres humanos.
Soy muy aficionado al fútbol. Esto hace que lo vea con mucha frecuencia en la televisión. Mi equipo favorito inicial en mi vida fue el Irapuato, equipo que desapareció de la Primera División profesional hace muchos años. Entonces cambié de favorito. Mi equipo se convirtió en los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), la Universidad donde estudié medicina, sin embargo, el equipo también desapareció hace varios años de la primera categoría profesional de México.
Mis primeros dos equipos favoritos tenían dentro de mi corazoncito (y lo tienen) un lugar muy especial porque representaban algo valioso de mi vida. El Irapuato era el equipo de la ciudad donde nací. Ciertamente me crié en Pénjamo, en una comunidad chichimeca con mis abuelos paternos, pero nací en Irapuato. Los Tecos de la UAG representaban mi amada Universidad, a la que sigo queriendo de manera entrañable. No obstante, mi gusto por el fútbol necesitaba la pasión de enamorarse de alguien. Finalmente, no sería infiel, había “enviudado” dos veces con la desaparición de mis equipos favoritos.
Hace más de cuarenta años llegué a la ciudad de León y me encontré de cerca (porque de lejos ya los conocía) con las panzas verdes de dicha ciudad. De hecho, a mi llegada a la ciudad de León, al enterarse un directivo, que era médico, que yo había sido el médico del Atlas y de los Tecos en Primera División, me invitó como médico del León, cosa que fui un tiempo. Al ser yo “viudo” dos veces, me enamoré de los esmeraldas, apodo oficial del León, y desde entonces le voy a este equipo.
Los que están leyendo el artículo y son de buen corazón, estarán diciendo: “Órale, qué chido”, otros que están leyendo el artículo, dirán: “Esta es una revista de perros ¿Por qué platica esto Raúl?” La razón de platicar esto es la siguiente: la pasión. Sí, la pasión. Esos sentimientos que llevados al máximo son los que arrebatan el comportamiento al ser humano cuando se manifiestan. El apasionado se comporta de una manera no habitual. De hecho, el apasionado se desconoce a sí mismo cuando se observa sin pasión.
La vida me ha dado la oportunidad de ver el fútbol con mucha pasión y sin pasión. Cuando veía el fútbol como aficionado del Irapuato y los Tecos lo veía con la pasión al máximo y cuando “enviudaba” y me quedaba sin equipo seguía viendo el fútbol, pero no había pasión.
Hoy me apasiona la fiera (otro apodo del León, aunque el oficial sea “los esmeraldas”), sin embargo, en este último torneo de fútbol aprendí una enormidad de mi perra Border Colli el día de la final. ¿Qué pasó? Bueno, pues el partido de la final era un excelente pretexto para juntarnos con los amigos y ver el partido. La reunión fue en mi casa. El partido era en la noche, en Guadalajara. Jugaban los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León contra las Chivas rayadas del Guadalajara.
Yo pensaba que sería una buena oportunidad para juntarnos los amigos y sus familias para convivir. Yo tenía planeado ver el juego con mis amistades, después de pasar una tarde agradable con la familia de todas y todos. Como nos juntamos desde medio día, mientras los adultos platicábamos, los niños jugaban. Lana la Border Colli, andaba como loca corriendo con los niños, la echaron varias veces a la alberca y al final ella se aventaba solita. Sin embargo, eran muchos niños y niñas y ella era la única perra, así es que se cansó. Fue y se echó a mis pies donde platicábamos de fútbol.
Yo tenía una ventaja sobre los demás, ninguno de los dos equipos que jugaban eran mis favoritos, en mí no había pasión. Yo quería ver el fútbol por el fútbol. Empero, entre nuestras amistades sí había quien le iba a los Tigres y quien a las Chivas. Aún faltaba una hora para el partido, estábamos todos los adultos juntos en una terraza, cuando de repente se paró una señora y dijo: A ver, les tengo una propuesta, que los que le van a los Tigres se sienten juntos en aquella mesa y los que le vamos a las Chivas nos sentemos juntos en esta otra mesa. ¡Porque no somos iguales!
La perra volteó a verme a los ojos y me preguntó: ¿Los humanos son diferentes según al equipo de fútbol que le vayan? Traté de responderle y explicarle, pero la perra continuamente me decía que no con su cabeza. A mí me preocupaba que se fueran a pelear en mi casa. Entendí que los debí invitar en la noche a la hora del partido y no desde antes, pero bueno, ya estaban allí.
Llegó la hora del juego y en poco tiempo las Chivas anotaron un gol y se fueron adelante. Las burlas y desprecios de los que les iban a las Chivas hacia los que les iban a los Tigres no se hicieron esperar. La perra volvió a buscarme con la mirada y me preguntó: ¿Qué les pasa? ¿Por qué se burlan? ¿No son amigos todos? Volví a explicarle y la perra seguía diciéndome que no con la cabeza.
Las Chivas anotaron un segundo gol. Los partidarios de las Chivas se burlaban en forma grosera de los partidarios de Tigres. Les gritaban, les bailaban, los insultaban, los retaban y los ánimos estaban ya muy calientes. La perra volvió a hablar conmigo: Oye Raúl, algo anda mal con estos humanos. Se van a pelear, va a haber violencia, tienes que hacer algo. Ya no me expliques lo que no entiendo, mejor calma a tus amigas y amigos o esto va a acabar mal.
Yo ya no tenía el control de la reunión. Sí era mi casa, pero yo no tenía el control. Ya había gente muy eufórica y otra muy enojada. El problema era que la perra tenía razón, la violencia ya estaba sentada en la mesa con nosotros. Y yo estaba asustado.
Siguió el partido y los Tigres metieron un gol de penalti, los apachurrados de Tigres se encendieron, tomaron ánimo y la cosa empeoró. Seguían ganando las Chivas dos goles a uno, pero el marcador se estaba emparejando. Así es que los insultos se volvieron en ambos sentidos, se retaban en ambos sentidos. Yo había decidido sentarme en medio de ambos bandos tratando de aparentar una barrera. La perra se movió para echarse conmigo. La perra estaba preocupada y me dijo: Los seres humanos son raros. Todos y todas llegaron de buenas, saludándose de manera muy cordial. Hace rato, antes del inicio del partido, se hicieron dos bandos “porque no son iguales”.
Cuando las Chivas anotaron dos goles sus seguidores estaban empoderados, como dueños de la situación. Su empoderamiento era violento, hacia quienes habían saludado de manera cordial hacía unas horas. Los seguidores de Tigres estaban deprimidos, no comentaban, no hablaban y se aguantaban las agresiones. ¿Por qué Raúl, el ser humano es capaz de desconocer así a sus amigos? ¿Por qué el ser humano es capaz de saludarte, abrazarte y decir que te quiere y en unos momentos parece que te odia? ¿Así es como los humanos pretenden que los perros los entendamos? Otra vez traté de explicarle y la perra otra vez negaba con su cabeza mis explicaciones.
Al rato los Tigres anotaron un segundo gol y ya estaban empatados. Yo no sabía en qué momento se iban a pelear, pero sabía que se iban a pelear. Se fueron a tiempos extras y finalmente ganaron los Tigres. Todo se invirtió. Los partidarios de las Chivas recibían los insultos, bailes y celebraciones de los que le iban a los Tigres. Yo rápidamente apagué la televisión y les dije: Les agradezco mucho que hayan venido a mi casa, vamos a recoger para que se vayan con sus cosas. Parecía que los corría y ¡sí los corría! Se empezaron a ir y finalmente todos se fueron y yo regresé a la terraza y me tumbé en una silla a descansar. Estaba muy tenso, preocupado y hasta miedo tenía de lo que podía haber pasado.
La perra se acercó y me dijo: Ya se fueron tus amigos suelta la manada. Fui a las perreras solté a los demás perros y regresé a sentarme para tranquilizarme un poco. De reojo veía que la perra hablaba con los demás perros, después de un rato toda la manada se me acercó y Lana tomo la palabra: Raúl, queremos prometerte que nosotros nunca nos comportaremos así contigo. No habrá un factor externo que nos haga agredirte, faltarte el respeto, violentar nuestra amistad o comportarnos como enemigos. Somos amigos y la amistad es un valor que sólo es superado por el amor. Pero la amistad con amor no es superada con nada. ¡Qué barbaridad! Qué manera de comportarse y de cambiar de estado de ánimo de los humanos. En una tarde pasaron de amigos a enemigos, pasando por lo menos por cinco estados de ánimo diferentes, hasta la violencia verbal fuerte.
Confía en nosotros los perros, Raúl, nosotros como la señora que dijo al principio del problema “no somos iguales”. Los perros somos diferentes.
Los perros se fueron y yo me quede pensando…
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