Ing. Guillermo Alfonso Meizoso Madrigal
Primeramente, quiero agradecer a la revista Perros Pura Sangre que me haya invitado a escribir sobre la raza que tanto me apasiona, con la que inicié la aventura de la crianza y competencia hace ya casi quince años. Para hablar de la raza quisiera hacerlo mientras comparto con ustedes cómo fue ese proceso que me hizo decidirme por el Akita Americano y cómo y por qué fue creciendo esa más que afición, compromiso por aportar a la cría en México.
Cómo inició todo
Debido a que, en 2008, derivado de la violencia que empezaba a afectar sin precedentes a la ciudadanía en Monterrey, N.L. y en general en todo el estado, un pariente político sufre un secuestro del que afortunadamente salió vivo, pero fue una amarga lección para toda la familia que me hizo tomar medidas para incrementar la seguridad de todos. Una de esas medidas fue adquirir un leal protector de la familia que cumpliera al menos con dos características, fuera de presencia imponente y que sea leal protector de los miembros de la familia, obviamente pasaron por mi mente las razas que tradicionalmente se usan de guardia y protección, pero no me conformé con lo tradicional y seguí investigando opciones.
El destino se confabuló
Por casualidad en esos días tuvimos una reunión en la casa de un vecino que recién había adquirido un Akita Americano macho, joven, tendría más o menos dos años de edad el nuevo habitante de ese hogar, me quedé impresionado por el temperamento del perro, muy estable, parecía más bien guardaespaldas, no un perro juguetón de compañía, huesos gruesos que se veían claramente en sus extremidades de pelo corto que terminaban en unas patas tipo de un enorme gato, por tamaño diría de pantera, un pecho amplio y posteriores firmes y fuertes con cuerpo casi cuadrado perfecto, con un grueso cuello, una gran cabeza y con ella una gran y fuerte mandíbula. Su cabeza parecía ser creada por un experto en diseño industrial buscando una simetría armónica triangular entre orejas medianas redondeadas, stop (frente) y hocico, con ojos pequeños y oscuros en forma de almendra, de mirada fija y profunda, enmarcada por una máscara negra, un hermoso pelaje multicolor de dos capas en el tronco, cuello, muslos y cola, con una cola semi enrollada descansando en la parte lateral de la espalda que lo hacía verse como un poderoso y elegante zar ruso con su abrigo de gala.
En esa reunión puse a la plática poca atención y participación de los invitados porque quedé hipnotizado con la belleza y presencia de ese ejemplar de una raza que acababa de conocer, después de un rato y casi habiendo tomado ya la decisión, necesitaba saber sobre la experiencia del vecino con sus hijos que eran adolescentes en esa época, y como cuidador. Más allá de muy buenos comentarios, que me hizo ver, que ya había notado cómo estaba echado a unos cuantos metros de él, pero siempre atento a todos, como dije al principio, como si fuera guardaespaldas, de hecho, me acerqué algo rápido a él para probar qué tanto estaba cuidando a su dueño, y su reacción fue de clara atención levantando el cuello, y no me quitó la vista de encima como evaluando si su dueño corría o no peligro conmigo, era la primera vez que me veía.
Con lo anterior, la decisión estaba tomada, pero lo que fue la cereza del pastel, donde no me quedó la menor duda fue cuando me contó la historia real de Hachiko (1923-1935) que sucedió en Japón antes que en el 2009 los estadounidenses hicieran la adaptación de la historia en una película del 2009 protagonizada por Richard Gere llamada Hachi y que seguramente todos conocemos. El ejemplar en la vida real y en la película es un Akita Inu (Inu significa perro en japonés). El Akita Inu y el Akita Americano son razas hermanas que se separan desde el punto de vista de estándares (apenas en 1999 la Federación Cinológica Internacional [FCI] lo reconoce como una variedad con un estándar propio) porque la crianza en EUA (Estados Unidos de América) le dio características físicas diferentes, más grande y moloso. Esa muestra de lealtad más allá de la muerte me dejó perplejo, al siguiente día me puse a buscar dónde podía conseguir uno.
Mi primer Akita
Siempre me gustaron los perros y adquirí por mí mismo sólo uno en el pasado, lo hice como la mayoría de la gente neófita en el tema de la canofilia, que los adquiere en alguna veterinaria o tienda de mascotas, pero el Akita Americano en esa época era una raza no muy conocida en México y por ello conseguir un ejemplar no podía ser por los canales comunes, por lo que empecé a buscar por Internet y a aprender sobre criaderos, el tema de competencias y todo el fascinante mundo de la crianza canina, aunque mi intención en ese momento no era criar, pero nuevamente el destino me hizo una jugada al conocer a Ricardo, que era un pionero de la raza en Nuevo León y que vivía en la misma zona poniente, a unos cinco minutos de la casa, el cual tenía un macho disponible de 2.5 meses.
Al ir a conocer al cachorro, que bauticé como Shigeru (color leonado con pecho blanco), me enseñó fotos de sus ejemplares en competencia, los pedigríes y la sangre que traía su línea de OB’J (una línea muy prestigiada en el pasado, de grandes campeones de EUA), me contagió la pasión con la que hablaba del tema de las líneas y las competencias y empezó a crecer en mí esa pasión por la crianza y competencia.
Shigeru se convirtió en el hermano de cuatro patas de mis hijos, así como en un excelente y leal cuidador de la familia, de carácter muy estable, amigable con visitas, pero atento evaluador de desconocidos poniéndose alerta a cualquier señal de riesgo y sintonizado al estado de ánimo de cualquier miembro de la familia, para saber si todo estaba bien. Los akitas americanos no ladran mucho, por lo que si los escuchas ladrar es que vale la pena ir a ver qué pasa.
Crece la familia canina
Ya con la decisión tomada, después de unos cuantos meses me animé a comprar la hembra, la busqué por unas semanas y encontré a Fendi, una hermosa Akita hija de una hembra mexicana y macho cubano-americano que estaba en Mérida, Yucatán. De color café rojizo, con máscara negra y pecho blanco. Casi la perdimos, a los siete días de llegar a casa empieza con los síntomas de parvovirus, estuvo dos semanas hospitalizada, pero afortunadamente sobrevivió. Las hembras son más posesivas con los humanos e igual o más cuidadoras, la rivalidad por quién sería acariciado primero y conatos de pleito por ello, nos enseñó -entre otras cosas-, no expresar afecto de manera inmediata hasta que a ambos se les pasara la euforia de vernos y que se marcara quién es el amo, quién dice cómo, cuándo y a quién dar una muestra de cariño.
El Akita Americano es una raza muy dominante ¿qué quiere decir esto?, la mayoría de los ejemplares de esta raza quieren ser el macho o hembra alfa, lo que le complica el convivir con otros perros y todavía más problemático si son del mismo género. En caso de parejas, lo normal es que la hembra sea la dominante y el macho cede el paso a la hora de comer algún premio que se les otorgue, o para recibir la caricia. Pero la convivencia entre ejemplares del mismo género, aun siendo hermanos, o padre e hijo, o madre e hija, suele acabar en pleitos nada gratos y con heridas graves o muerte. Sin embargo, me ha tocado ver que pueden convivir en armonía cuando son criados desde cachorros con otras razas con temperamentos más dóciles que no buscan jerarquía, inclusive con gatos.
Lo que describo es en lo general basado en mi experiencia y en la de amigos criadores de Akita Americano, como Alejandro, Genaro, Ricardo, Omar, Carol, Chapo y muchos más que compartimos nuestras vivencias para aprender unos de otros, que al igual hemos visto que ciertos ejemplares se adaptan perfectamente a convivir con otros ejemplares caninos del mismo sexo sin tratar de demostrar que es el rey de la manada porque no son dominantes, como en casi todo aquí hablamos de una campa de Gauss donde existen los extremos opuestos y una tendencia central. Estoy compartiendo las características predominantes de la mayoría de los ejemplares (tendencia central).
La convivencia
Dicho lo anterior, es importante saber el origen del temperamento del Akita Americano; primeramente, es una raza que no ha sido creada por el hombre a través de la cruza seleccionada de razas primitivas u otras razas ya creadas que le precedan, como por ejemplo el Boxer, o el perro lobo checoslovaco y muchas otras. Su esencia hoy en día conserva mucho de su origen de la región Akita de Japón donde eran utilizados para cazar osos y desgraciadamente en algún tiempo como perros de pelea.
Por lo tanto, ¿qué características debían tener para cumplir con su labor como socios del ser humano en esas épocas y con esa función?, que tal: gran fuerza física, fuerte mandíbula, doble armadura (doble capa de pelo), agilidad, guardia constante y sobre todo temperamento irrompible y una gran lealtad, eso nos puede ayudar a entender por qué es como es. La otra pregunta es, ¿qué tipo de manada humana se complementa con un Akita Americano?, diría que una familia con reglas y disciplinada, que las haga cumplir, la edad de todos los de la manada humana no es importante realmente mientras la mayoría de ella sepa marcar límites al unisón.
Es una raza grande, por lo que su convivencia con niños pequeños pudiera ocasionar riesgos no intencionales por su peso y fuertes uñas; como con toda raza grande, sin excepción, en la convivencia con un humano pequeño hay que evaluar y precaver el riesgo de un accidente.
La crianza y competencia
Cuando uno se apasiona por una raza específica que sin duda debería armonizar con su entorno familiar y social es posible que se convierta en una pasión por crear o tener al mejor ejemplar desde el punto de vista de belleza (dentro del estándar porque la belleza es subjetiva) y con el carácter adecuado que sea un miembro de la familia que contribuya a un fin, cada raza tiene características que coadyuvan a la sinergia humana–perro, los mestizos son grandes criaturas a cuidar, pero nunca tendrán las características acentuadas que la naturaleza les dio o que el hombre creo para su mutuo beneficio.
Un criador Akita Americano que compite a sus crías normalmente busca el aval que jueces calificados por la FCM (Federación Canófila Mexicana) como un ejemplar que enaltezca la raza dentro del estándar, eso es muy bueno para evaluar el apego al estándar físico y de alguna manera temperamento del ejemplar, pero no el comportamiento o personalidad de cada una de las líneas de crianza. Como comentamos, el ubicarse dentro de la campana de Gauss sobre la personalidad dominante de la línea es un tema de selección genética a evaluar por cada interesado por adquirir un ejemplar de esta raza, la prueba de Campbell que describí en mi contribución anterior es de gran ayuda.
Más allá de la pasión
Con mi personal opinión, tener un Akita Americano es sintonía y armonía entre dueño–familia– entorno–necesidad. Hoy duermo tranquilo porque tengo fieles, poderosos y bellos guardianes que velan por mí y mi familia día y noche. La apariencia a pequeños osos cuando nacen inspira a pensar que tendremos un incondicional amigo donde nos protegeremos y cuidaremos uno al otro hasta el último aliento.
A sus órdenes en criadero Akimei.
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